Pinta tu raya

Entre una situación incómoda y una convivencia saludable, hay una línea muy delgada: un límite. Te contamos qué son los límites, cómo empezar a desarrollarlos y cómo establecerlos para restablecer el balance en tu vida.
Publicado el
19/9/24

Afortunadamente, cada vez las conversaciones sobre salud mental son más y más comunes. Todos los días nos encontramos con publicaciones en redes sociales que visibilizan el estrés laboral, los trastornos mentales y las relaciones tóxicas de pareja.  Términos especializados como gaslight o grooming se han popularizado tanto que se ha empezado a desdibujar su significado, hasta el punto en el que ya no sabemos qué sí son y qué no son. Lo mismo ha sucedido con el concepto de «límites», que pareciera que pueden ser cualquier cosa: desde dejar de trabajar a tu hora establecida hasta controlar lo que se pone tu pareja.

Pero entonces, ¿qué es un límite? Y sobre todo, ¿qué es un límite sano? Los límites son fronteras invisibles que protegen tu espacio físico y mental. Puedes imaginarlos como vallas que colocas alrededor de un jardín para salvaguardarlo de que entre alguien que no recibió una invitación. En este sentido, puedes establecer límites de tiempo, de espacio personal, sexuales, morales, éticos, financieros, laborales y emocionales. Estos tienen el propósito de evitarte situaciones incómodas y cosas que realmente no quieres hacer. Prácticamente, puedes poner límites en todos los aspectos de tu vida, mientras estos te involucren a ti y a tus acciones.  

Un error muy común en la conceptualización de los límites es creer que estos pueden imponerse a las conductas de otras personas. Claro que puedes construir tantas cercas como quieras en tu propiedad, pero no puedes pretender instalar una valla en un territorio ajeno y esperar que el propietario no la quite o la modifique a su gusto. Es fundamental entender que existe una gran diferencia entre un límite y un acuerdo. Ambos están hechos para proteger a las personas que los establecen, la diferencia es que unos únicamente dependen de ti y los otros requieren del esfuerzo de todas las personas involucradas. 

Puedes establecer límites con tu familia, amigos, pareja, colaboradores del trabajo y hasta con extraños con solo emitir unas pocas palabras. Al final, como en muchas cosas, se trata de comunicación. Un simple «no», por ejemplo, puede ser suficiente para marcar tu límite. Pero mientras más claro sea, mejor. Para comenzar a construir tus vallas, puedes empezar por reflexionar sobre las cosas que te estresan, te incomodan, te quitan energía o te cansan mucho. Por otro lado, es importante contemplar las cosas que te emocionan, te dan seguridad o te hacen sentir valorado. Una vez que tengas una lista de todas estas cosas en mente, puedes intentar verbalizar tus límites.

Aquí te dejamos algunos ejemplos de cómo comunicar tus límites:

Tipo de límite: Tiempo

Verbalización:«Solo puedo quedarme una hora».

Tipo de límite: Espacio personal

Verbalización: «Me incomoda que te acerques de esa forma. Por favor, respeta mi espacio personal o tendré que irme».

Tipo de límite : Sexual

Verbalización: «Por favor no me toques esta parte del cuerpo».

Tipo de límite : Financiero

Verbalización: «No te puedo prestar dinero, no está dentro de mis posibilidades».

Tipo de límite : Laboral

Verbalización: «Mi hora de trabajo ha terminado y no puedo quedarme más tiempo».

Tipo de límite : Emocional

Verbalización: «Entiendo que estás pasando por un momento difícil, pero por el momento no tengo la capacidad emocional para ayudarte».

Otros enunciados como «no me parece gracioso ese tipo de comentario» o «ese no es un tema que quiera discutir en este momento» también pueden ser empleados para marcar tus límites. Es posible que tengas que repetir tu verbalización en más de una ocasión porque las personas no están acostumbradas a escuchar «no», pero no es necesario que des explicaciones o te disculpes. Probablemente, cuando estés empezando te sea difícil esclarecer tus límites por pena, miedo o porque sientes que no eres amable. No te desanimes, este es un proceso paulatino. Con la práctica te será cada vez más sencillo y te sentirás mejor en general.

Establecer límites claros te ayudará a priorizar tu bienestar, a adquirir confianza y a reforzar tu autoestima. Las personas con límites no sanos tienden a dejar que otras se aprovechen de ellas sin darse cuenta, a trabajar hasta llegar al burnout, a desarrollar resentimientos, a tener relaciones poco sanas y a perder su identidad por la necesidad de complacer a los que las rodean. Por culpa y obligación, muchas personas permiten cosas que vulneran su estabilidad física, mental y financiera. 

Saber identificar qué cosas no te gustan, qué situaciones prefieres evitar, qué estás dispuesto a hacer y qué no es fundamental para el autoconocimiento. Además, construir tu valla imaginaria es una excelente forma de cuidarte, apapacharte y mostrarte respeto. Ultimadamente, establecer límites es la mayor expresión del amor propio, al priorizar tu felicidad y tu tranquilidad.

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