Había una vez una idea. Una noción que anuncia a los cuatro vientos con optimismo e ilusión «¡Encontrarás a tu pareja ideal!». Un concepto que asegura que cada uno de los ocho mil millones de habitantes de la Tierra están destinados a encontrar a una persona que los complementará, que encajará con ellos como piezas de un rompecabezas, cuyo amor será incondicional y que estará a su lado por siempre jamás. Y todos, en algún momento u otro, nos compramos esta increíble fantasía que, a pesar de los años transcurridos, aún permanece en cierta medida en nosotros.
¿De dónde salió? ¿Cómo es posible que esta sencilla idea germinara en la cabeza de millones de personas? ¿A quién se le ocurrió? Tu alma gemela, tu media naranja, el amor de tu vida, the one, y mil nombres más ha tomado este concepto en la historia, transformándose y ajustando los detalles de su narrativa según la cultura en la que intentara plantar sus raíces. Platón, por ejemplo, creía que Zeus mismo había maldecido a la humanidad dividiendo su alma en dos y condenándonos a buscar a nuestra otra mitad hasta que por fin pudiéramos convertirnos en uno. En China, por otro lado, surgió la creencia de que un hilo rojo, confeccionado por el destino y atado a nuestro tobillo, nos guiaría durante nuestra vida para asegurarnos que encontraríamos a nuestra pareja ideal al otro extremo del hilo. La cultura judía, por su lado, creó la palabra beshert para referir al alma gemela que, inevitablemente, encontraremos.
Independientemente de la cultura, el concepto de la pareja ideal se ha filtrado en una enorme cantidad de libros, películas, canciones, publicidad y, prácticamente, cualquier tipo de contenido. Desde nuestra más tierna infancia, las frases «príncipe azul» y «amor verdadero» comenzaron a formar nuestro concepto de amor, a través de las películas de Disney. Más adelante, las comedias románticas reemplazaron a las princesas, y continuamos construyendo ladrillo por ladrillo nuestra visión de la pareja ideal con películas como Diario de una pasión, Realmente amor y Querido John. Así, poco a poco fuimos creando expectativas de lo que sería nuestra vida amorosa en el futuro.
Cuando crecimos caímos en la cuenta de que cosas como el «amor a primera vista», no eran tan ciertas como los medios nos habían hecho creer. Quizá fue un crush que nunca nos hizo caso, un primer corazón roto o simplemente que the one no parecía estar a la vista, pero la creencia de que existía una persona perfecta para nosotros comenzó a caerse a pedazos. Sin embargo, algunos de los fragmentos siguen arraigados en nosotros y se transformaron en sentimientos de inseguridad y frustración por no encontrar pareja, en requisitos inalcanzables compilados en listas eternas de lo que buscamos en una persona y, eventualmente, en peleas con nuestras parejas originadas por el incumplimiento de expectativas irreales. La ansiedad, la depresión y las relaciones tóxicas no son ajenas a la noción idealizada del amor que la cultura creó.
En este punto de tu vida, probablemente lo sabes: las almas gemelas no existen. Cada ser humano es una persona completa, con un alma completa y una vida propia que no está intrínsecamente unida a la de otra. Pero eso no significa que estemos condenados a una vida de soledad. Las medias naranjas podrán no existir, pero las relaciones saludables, caracterizadas por el amor, el respeto y la empatía definitivamente existen. Sin embargo, para encontrarlas debemos ser capaces de deconstruir todo lo que hemos aprendido de las relaciones románticas y adquirir nuevos entendimientos de lo que queremos en una relación. Deshacernos de nuestras expectativas irreales y reemplazarlas por nociones razonables y factibles es fundamental.
Al final, no se trata de encontrar a la persona perfecta en el momento perfecto —los seres humanos somos seres imperfectos en constante evolución y cambio—, se trata de encontrar una persona que sea apropiada para tu estilo de vida, que te quiera y te respete. Ojo, hallarla no significa hallar tu felices por siempre. A diferencia de las relaciones fantásticas de las películas, las relaciones de la vida real requieren de esfuerzo, dedicación y comunicación. Las relaciones no se construyen de la noche a la mañana y el amor no nace a primera vista. El amor de pareja crece paulatinamente con el tiempo y cambia según las circunstancias. La vida está llena de altas y bajas, no todos los días serán felices. Algunos días serán más complicados que otros, pero con comunicación y empatía se puede llegar al siguiente día feliz. Además, el fin de una relación no es el fin del mundo. Las personas cambian y las relaciones también, que estas terminen no es un fracaso; es el curso natural de la vida.
En Mindsurf, creemos que es tiempo de darle la vuelta al amor romántico. Este cambio no se dará en un instante, sino que requerirá del esfuerzo de todos nosotros. Si luchas con celos, ansiedad o depresión derivada de la fragmentación de la idea del amor que un día pensaste, acércate con nosotros. Juntos encontraremos las herramientas que necesitas para construir vínculos saludables, lejos de las toxicidades del amor ideal.